Día 28.5.18
De nuevo nos ponemos en marcha, en esta ocasión, nos vamos a dirigir al Bajo Aragón y la Comarca de Matarraña, todo ello en la provincia de Teruel.
De nuevo nos ponemos en marcha, en esta ocasión, nos vamos a dirigir al Bajo Aragón y la Comarca de Matarraña, todo ello en la provincia de Teruel.
Nos dirigimos a la localidad del Grao de Castellón donde
pernoctamos en el área y desde aquí, iniciaremos la ruta por la referida zona.
Día.-29.5.18
Desde el Garo, nos dirigimos hacía la localidad de Mas de
Alba y pasando el alto de Ares, desde donde se puede
observar el pueblo del mismo nombre enclavado en la montaña. Segujimos hasta VILLAFRANCA DEL CID, En Villafranca paramos
para dar una vuelta.
El rey Pedro IV el Ceremonioso autorizó la
construcción de murallas y concedió la independencia de Morella
el 8 de junio de 1358;
pero once años después cambió de parecer y anuló el privilegio.
Felipe IV
comprendió la carga financiera que
suponía esto para las aldeas, y en pago a los servicios prestados por los
aldeanos en las guerras de Francia y Cataluña, las independizó.
Paseamos por la localidad donde visitamos el Horno
Medieval, construido a finales del s XIII, fue donado por el rey Pedro
IV en 1358 a un médico llamado Pedro Ros por los servicios prestados durante la
epidemia de la peste negra.
En 1691, año de la independencia de Morella, tomaron
posesión de él los jurados de la villa y en 1860 se desamortiza y pasa a manos
privadas.
La Iglesia
Parroquial de Santa Magdalena. Monumento renacentista
edificado entre 1567-1572, es uno de los mejores monumentos del siglo XVI
valenciano. Está declarada Bien de Relevancia Local.
Durante el paseo, contemplamos algunas casas señoriales
que muestran la importancia de la villa en épocas pasadas. Terminamos la visita, comprando
un pan, por cierto muy bueno, y que nos dura 3 días sin ponerse duro.
Seguimos la ruta, y nos
dirigimos a la localidad de LA IGLESUELA, donde la población se encuentra
atravesada por dos riachuelos que la dividen en dos partes, uno central y dos
laterales; en el central se encuentran enclavados los edificios más importantes
de la villa, tiene forma de triángulo y es el que estuvo amurallado, con sus
cinco portales de acceso constituyendo así lo que fue la villa medieval.
El origen de La Iglesuela es
remoto, dado que se tiene noticia de que existía mucho antes de la llegada de
los cartagineses,
siendo conocida como Athea.
Luego conoció diversos
nombres, tales como Clesihuela, Egosuilla, Alglisuela, Layguysuela y
Delaigleisuela; en 1464, tomó su nombre definitivo, Iglesuela.
Después adoptó el apellido «del Cid», en atención a que fue precisamente Rodrigo Díaz de Vivar quien mandó
fortificar el pueblo y levantar su castillo.
En el siglo XII, en tiempos de la reconquista,
La Iglesuela se encomienda a los templarios,
formando parte de la que fue la Baylía de Cantavieja.
En 1242
se le concede a la villa la carta puebla, a partir de la cual se consolida
el núcleo de población, posiblemente con el asentamiento de los templarios,
originándose así el primer recinto amurallado.
Con la disolución de la Orden del Temple en el siglo XIV,
La Iglesuela pasó a manos de la Orden de San Juan del Hospital.
En esa época, como consecuencia de la guerra con Castilla, se fundó el hospital
para acoger enfermos, heridos y transeúntes. En ese periodo también se
construyó la Torre de los Nublos.
La iglesia parroquial es un
templo del siglo XVII
construido sobre una iglesia gótica anterior. De la primitiva iglesia sólo
quedan las bóvedas
de la nave central y el ábside
poligonal. La actual cabecera barroca se construyó invirtiendo la
orientación, a los pies de la antigua iglesia.
El conjunto se completa con
una armoniosa portada plateresca
en arco de medio punto con columnas adosadas. Algunas de las capillas de la
iglesia fueron financiadas por ricas familias.
Frente a la iglesia se
encuentra la Casa de Blinque, donde destaca el arco de sillería de medio punto,
el cual presenta en su dovela central el «tau», emblema de la Orden del
Temple.
La fachada está protegida por
un singular pórtico apoyado en un pilar cuadrangular, el cual, aunque fechado
en 1729,
puede ser mucho más antiguo, posiblemente entre románico y gótico. La fachada, de
mampostería revocada, presenta dos óculos de piedra en el semisótano y ventanas
y balcones con rejería de forja de carácter plateresco.
El lado este de la plaza lo
ocupa el Palacio Matutano-Daudén, cuya fachada se exhibe en la calle Ondevilla.
La sobriedad exterior no refleja la riqueza interior, considerándose una joya
la doble escalera monumental con barandilla en celosía tan típica del
Maestrazgo en las construcciones señoriales del siglo XVIII. La última
remodelación que ha sufrido la ha convertido en Hospedería de Aragón.
Frente a la Hospedería, se
emplaza la mansión de la familia de los Daudén, conocida como Casa de las
Notarias, que destaca por su pureza estilística y sus proporciones. En la
planta baja hay una ventana rectangular con espléndida reja datada en 1568, que cierra junto a
ella la puerta de sillería con dovelas.
La arquitectura
de piedra seca de La Iglesuela del Cid, visible en la totalidad del término municipal, ha sido declarada Bien de
Interés Cultural en 2002.
La técnica constructiva de
la piedra seca ha sido utilizada en el mundo mediterráneo desde la Prehistoria
hasta nuestros días en construcciones de variada tipología. La piedra seca se
consigue mediante la superposición de piedras sin unión de argamasa.
Con esta técnica se levantan casas que pueden medir hasta 10 m de diámetro, sin
que existan estructuras de fijación.
En origen sirvieron como
refugio a campesinos y pastores, pero también se usaron como establos o
almacenes agrícolas.
En la Iglesuela se pueden
observar, por una parte, muros secos de losas calizas
que, con interesantes peculiaridades constructivas, han servido para mantener
el ganado alejado de los campos parcelados así como para delimitar fincas y
caminos; por otra parte, hay centenares de cabañas redondeadas, llamadas «casas
ibéricas» y que, elaboradas con el mismo material.
Dejamos la Iglesuela y nos
dirigimos a la cercana localidad de CANTAVIEJA, hoy es la capital
administrativa de la comarca turolense del Maestrazgo. Está enclavada en un paisaje
abrupto con grandes barrancadas de gran valor paisajístico.
En la Edad Media, Cantavieja fue enclave musulmán
hasta la conquista
cristiana en 1169 por parte de Alfonso II de Aragón e, inicialmente, fue
donada a la Orden del Santo Redentor.
Recibió su Carta Puebla de manos del maestro provincial,
Folch de Montpesat, en abril de 1225. Su último comendador fue Ramón de Galliner, en 1307, y al año siguiente
fue asediada varios meses hasta su rendición al ser anulada la Orden.
El historiador Jerónimo Zurita, en sus Anales de la Corona de Aragón, así lo
refiere: «fue contra el castillo de Cantavieja y contra los castillos que
estaban en aquella comarca un caballero de mucho uso y noticia de las cosas de
la guerra que se llamaba Berenguer de Tobía y tuvo muchos días cercado el
castillo; y al fin se rindieron y se les ocuparon todas sus fortalezas y rentas
y se secrestaron y pusieron en poder de los oficiales reales; y las personas se
pusieron en prisión en diversos lugares y castillos del reino».
En 1317,
la villa pasó a ser posesión de la Orden de San
Juan de Jersusalén tras la desaparición de la Orden del Temple, ya que
todos los lugares y bienes de los templarios en Aragón fueron unidos e
incorporados a la Orden de San Juan, saliendo ésta muy acrecentada y
enriquecida.
Especial trascendencia en la
localidad tuvieron las Guerras Carlistas. Aunque inicialmente en
Cantavieja se habían resistido a las exigencias de los carlistas, a medida que
fueron conscientes de su soledad frente a ellos ya que el gobierno muy poco
podía hacer para defenderles, adoptaron una posición más pragmática que
minimizaba los riesgos de la guerra para los vecinos.
Así, en abril de 1836, durante la Primera Guerra Carlista, el general Ramón Cabrera,
apodado el Tigre del Maestrazgo, la convirtió en la capital de la
Comandancia General del Maestrazgo. Buenaventura de Córdoba, historiador del siglo XIX,
describe en aquella época a Cantavieja como «una villa de Aragón, situada en
terreno montuoso... cercada de antiguas murallas, y cuya población no baja de
2.000 habitantes.
Si el enemigo fortificaba
esta villa, fácil le era sujetar las inmediatas y estrechar la línea carlista.
Los batallones de Cabrera recibían cada día nuevos refuerzos, y la misma
juventud, que miraba con tanta repugnancia el servicio de las armas cuando el
gobierno de la Reina hacia un llamamiento para el reemplazo del ejército,
alistábase voluntariamente en las filas realistas animada de un mismo espíritu
y sentimiento». Por ello, se acometieron mejoras en las
fortificaciones de la villa y se crearon una academia para la formación de
oficiales, dos hospitales y una fundición de la que salieron los dos primeros
cañones para el ejército carlista.
Aprovechando la ausencia de
Cabrera y otros jefes rebeldes, el general cristino
Evaristo San Miguel intentó dar un golpe al
cuartel general del carlismo en el Maestrazgo y comenzó los preparativos para
el sitio de Cantavieja (octubre de 1836); comenzado el
asedio, los defensores abandonaron la plaza sin apenas resistencia.
Estacionamos en el área de autocaravanas y nos dirigimos a la
Oficina de Turismo, donde va a salir una visita guiada, a la que nos unimos.
Visitamos el museo Carlista,
donde se expone de manera permanente una muestra de la importancia de
Cantavieja en la Guerra de Sucesión, como ya está reseñada
La iglesia parroquial de la
Asunción de Nuestra Señora es un templo barroco de gran tamaño construido en mampostería.
Tiene tres naves, cubriéndose la central con bóveda de medio cañón con lunetos.
La torre se encuentra a los pies y tiene dos cuerpos octogonales superiores con
remate piramidal; en los cuerpos
inferiores destaca el paso de la calle por debajo de la torre.
La iglesia fue ampliada
entre 1730
y 1745
sobre un templo medieval anterior, del cual únicamente se conservan, integradas
en el templo actual, la torre y la portada lateral.
La iglesia de San Miguel es
un edificio construido en el siglo XV en estilo gótico levantino. Consta de una nave única
cubierta con bóveda apuntada de sillería.
La portada se abre a un atrio formado por tres arcos apuntados. La cabecera de cinco lados se cubre con bóveda de cruceríay contiene numerosas marcas
de cantero. En el interior destaca el sepulcro
de alabastro
de Gonzalo de Funes, Bayle de
Cantavieja.
Otro edificio de interés es
el antiguo Hospital de San Roque adosado a la iglesia de San Miguel,
construido en 1775 en mampostería encalada. Cerca de él, se accede al Mirador de El Portillo, situado
sobre la antigua muralla.
El Ayuntamiento de
Cantavieja es una construcción del siglo XVI
de mampostería y sillería en las zonas principales. En la fachada se sitúa el
escudo de Cantavieja con una inscripción latina. La parte posterior del
edificio se abre sobre la muralla. En su salón de actos hay un espléndido artesonado
de madera.
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